René de Juan, trabajador por cuenta propia, enclaustra con maderos el pequeño local donde ejerce su oficio. Es cerrajero, su negocio no le reporta más beneficio económico que lo necesario para supervivir, pero tiene temor de ser víctima de la ola de asaltos que asola la urbe. Por toda la ciudad, otros vecinos también protegen sus viviendas con rejas.
Miles de vecinos se escudan colocando barrotes; o fortifican la entrada a sus patios y lugares de faena, con los más disimiles materiales. “La cosa está fea y se va a poner peor”, es la frase que los habaneros repiten como signo de los nuevos tiempos. Se entremezclan noticias y rumores sobre recientes asesinatos, asaltos y actos vandálicos. Desde un empleado gastronómico del barrio chino, presuntamente ultimado por ladrones para robarle 300 pesos, hasta el intento de atraco a un ómnibus urbano, o la paliza sufrida por el conductor de un vehículo particular a manos de jóvenes delincuentes en busca de recreación, ante la mirada apática de los vecinos de la céntrica calle Línea.
Cientos de ciudadanos achacan el incremento de la violencia a la llegada de diciembre y las festividades; un mes de tradicional alza delictiva. Este año se adiciona el ingrediente del despido de medio millón de trabajadores, y el incierto futuro de la economía ya anunciado por las autoridades. Un excelente indicador del ambiente de estrés en que viven los cubanos es el agotamiento del inventario de medicamentos ansiolíticos y otros psicofármacos en las farmacias, de lo cual se queja toda la población, que los consume en grandes cantidades para soportar el día a día.
El Gobierno, tal vez procurando una mejor imagen o ahorro de fondos, retiró la excesiva cantidad de policías de las calles e instaló cámaras de vigilancia. Isabel Rodríguez, empleada de una de las redes de tiendas minoristas, dijo al respecto “No me explicó por qué parece que todos los delitos se cometen en el punto ciego de las cámaras; me recuerda lo que ocurre en los hoteles de la capital cuando suben las prostitutas a las habitaciones”.
Isabel, al igual que el resto de los dependientes de tiendas, está preocupada por la no encuentra razón a la eliminación de la plaza de custodio en las tiendas.
Rumores o realidad, la atmósfera que reina en las calles ha hecho que la mayoría de los habaneros se haya auto impuesto un toque de queda personal y no salga a la calle más de lo necesario.
Gli uomini buoni vanno in Paradiso, quelli cattivi a Patong