José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Cheo Malanga, aquel pintoresco personaje creado por el cómico Enrique Arredondo para caricaturizar al guapo cubano, se dejaba intimidar por cualquiera pero cambiando los términos, para fingir lo contrario: “Ah, bueno, así sí, porque a mí no hay quién me agite”, solía decir ante el que lo agitaba, contemporizando.
Se trata de una joya de nuestro humor vernáculo que hemos echado al olvido. Sin embargo, por alguna rara concordancia he vuelto a recordarlo mientras leía las declaraciones del cardenal Jaime Ortega en el sentido de que la iglesia católica de la Isla está mediando para conseguir que el régimen mande al destierro a otros presos políticos, por encima de los 52 con los que ya se había comprometido.
El cardenal debe haber hablado al revés (como Cheo Malanga) para que lo entendamos al derecho. Posiblemente lo que ocurre es que el régimen decidió seguir deshaciéndose de la carga carcelaria, ahora que se ha propuesto abaratar los costos, y entonces llamó a la iglesia para que una vez más le haga la pala.
De todas formas, es algo que estamos en el deber de agradecerle a esa institución, pero mucho más bonito sería que nos alumbrasen con la luz del hecho, tal como es, y no que nos distraigan con su contorno, o tal vez con su sombra
Sabiendo que el régimen no regala nada, y que detrás de cada una de sus decisiones gravita siempre una maniobra muy bien cocinada, es difícil creer que por una piadosa solicitud de los obispos abra las rejas a otro grueso grupo de prisioneros, entre los cuales hay algunos condenados a cadena perpetua por habérsele enfrentado con violencia.
Más razonable parece la eventualidad de que esté tratando de cerrar un buen negocio.
Como de todas formas les impondrá el destierro sin retorno como condición, el acto de “liberar” a esos presos le permite en realidad salir de ellos por partida doble, o triple: No sólo continúa reduciendo los gastos en los penales, sino que elimina el peligro potencial de su presencia en el país; y por añadidura, posa ante el mundo con un nuevo “gesto humanitario”, avalado por la santa iglesia apostólica y romana. En buena ley, podría decirse que son los presos quienes están liberando al régimen, más que lo contrario.
Y eso sin contar que sus ganancias pueden ser mayores, e incluso más sustanciales que las mencionadas arriba. De entrada, a mí por lo menos no me queda claro el fin que se persigue al echar en un mismo saco a prisioneros políticos de vocación pacifista y democrática con otros que escogieron el camino de la violencia.
“Aquí hay un muerto oscuro”, solía exclamar Cheo Malanga ante situaciones intrigantes y de mal augurio, más o menos como la que rodea este nuevo “gesto humanitario” del régimen, a instancias, dicen, de la bondadosa mediación de la iglesia.
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Gli uomini buoni vanno in Paradiso, quelli cattivi a Patong