Sobre la excarcelación del primer grupo de presos de la Primavera Negra de 2003 comentaba, no sin cierta razón, un amigo desde Miami, que no ha visto a muchos compatriotas alegrarse con la noticia.
Desgraciadamente, no es para menos. Sucede que los presos no se fueron a casa, sino a España. Hasta ahora los excarcelados han sido sacados del Combinado del Este, conducidos al aeropuerto y montados con sus familiares en un avión con rumbo a Madrid. Sin despedidas y con un confuso estatus legal estilo Moratinos, que deprecia el estatus de refugiados políticos que merecían y se habían ganado.
Y a mí que no me joroben, si eso no es destierro, entonces es lo más parecido que han inventado al respecto en este mundo proceloso y cínico de la posmodernidad.
Aunque el régimen, la iglesia católica y Moratinos insisten en que a los presos no se les impuso la salida del país como condición, la mayoría de los opositores coinciden en calificar como destierro o exilio forzado el viaje de los ex-prisioneros a España.
Casualmente, hasta ahora no han liberado a ninguno de los presos que advirtieron que no se irían del país, a pesar de la anunciada intención del régimen de sacar de las cárceles, en un plazo de tres a cuatro meses, a todos los prisioneros políticos, con la excepción de unos pocos involucrados en hechos de sangre o violencia.
El único punto en que concordaban plenamente los grupos de la oposición interna, especialmente después de la ola represiva de marzo de 2003, era en exigir la liberación de los prisioneros políticos y de conciencia. Pero el régimen, también en este caso, les aguó la fiesta que pudo ser. Ahora, con las discusiones sobre si las excarcelaciones implican el exilio forzado o no, tampoco en eso logran ponerse de acuerdo los opositores.
Ya empezaron a rugir los que se comen el león y se tragan el azúcar sin masticar. Frente a ellos, dubitativos y cándidos, los que todo lo dan por positivo y bueno y creen ver la transición democrática a la vuelta de la esquina de Toyo. En el medio, los que no presumen de saber nadar fuera del agua y respetan las decisiones de hombres que pasaron siete años en la versión castrista del infierno.
Mientras se espera por las próximas excarcelaciones y se especula en qué condiciones se producirán -si es que se producen, si no hay plazos traicioneros, si algo no sirve de pretexto para interrumpirlas, dicen los más pesimistas-, la oposición interna vuelve a hallar otro motivo para la división y las desavenencias. Lo más probable es que el régimen, siempre taimado y previsor hasta la acera de enfrente, lo haya calculado todo de antemano.
Gli uomini buoni vanno in Paradiso, quelli cattivi a Patong